Ventanas inteligentes ‘low-cost’
En lugar de cristal líquido, las ventanas inteligentes aplican una tecnología basada reacciones químicas y físicas
Un proyecto de la Universidad de La Coruña intenta aprovechar las cualidades aislantes de este material para aplicarlo a un modelo de construcción ecológica.
La literatura fantástica imagina aleaciones y materiales superresistentes para construir sus escenarios, sus armas o los poderes de sus personajes: adamantium, carbonadium, Ilium 349… Por ahora, y parece que por mucho tiempo, estas maravillas científicas solo forman parte de la ciencia ficción. Pero por suerte no tenemos que irnos tan lejos para encontrar un material constructivo asombroso y que, este sí, existe en enormes cantidades en nuestras costas nacionales: las conchas de mejillón.
Así lo han comprobado un grupo de investigadores de la Universidad da Coruña formado por departamentos de la Escola de Caminos de Elviña y de la Politécnica Superior de Ferrol, quienes llevan más de dos años intentando demostrar al mundo las propiedades de aislamiento y sostenibilidad que ofrecen las valvas de estos moluscos y que, según sus resultados, harían que construir con conchas de mejillón no fuera ya solo una hipótesis.
Este grupo de científicos tenían un propósito, conciliar un sistema de construcción sostenible con un residuo abundante y muy familiar para los gallegos, las conchas de mejillón. Por esta razón crearon el proyecto Biovalvo. Un edificio construido con este material es la pieza angular de su investigación y el símbolo de este proyecto que va arrojando cada vez resultados más optimistas. La vivienda, situada en Mariñeiros, cuenta con muros, suelo y cubierta en los que la concha de este molusco sustituye a la arena de la cantera hasta en un 75%, mientras que materiales con baja emisión de CO₂, como arcilla y cal, reemplazan al cemento para ligar la mezcla.
Desde su construcción, los resultados del proyecto a corto plazo en cuanto a la capacidad de resistencia y aislamiento de estos muros parece que han sido muy satisfactorios. Ahora los investigadores están centrados en su respuesta a largo plazo y en observar cuál es el proceso de envejecimiento de estos morteros.
¿Cómo lo hacen? Sometiendo al material a temperaturas ambientales extremas, altas y bajas, y a elevados índices de humedad. Además, mediante sensores intentan calcular exactamente la cantidad de conchas que necesita la estructura para que resulte completamente resistente y perdurable.
Esta experiencia, si el mercado es capaz de asumir su integración, le aportará sostenibilidad a un sector altamente contaminante, ya que se trata de una de las formas más inteligentes e innovadoras de dar salida a un producto que da muchas alegrías a la gastronomía gallega, pero también muchos quebraderos de cabeza a la Administración por la gestión del residuo que genera.
Fuente: La voz de Galicia
Imagen: La voz de Galicia
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